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Autor:
Mavi Alburquerque/ Renata Klaesi

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LA LUNA, NUESTRO NIÑO INTERIOR (y II)
LA LUNA Y LA SALUD

El concepto de que el ser humano tiene cuerpo, alma y espíritu empieza a imponerse, lentamente, incluso en el ámbito de la medicina tradicional. La psicosomática tiene en cuenta y reconoce causas anímicas en algunas enfermedades. En este sentido. La astrología se adelanta a su tiempo al considerar al ser humano como una totalidad.

Muchas enfermedades se deben a una Luna herida. Todo aquello que ha herido o reprimido nuestros sentimientos nos hace enfermar porque el cuerpo se encarga simbólicamente de esa expresión. Cuando estamos enfermos se nos dispensa de todas las obligaciones. Podemos dejarnos caer en un estadio infantil y darnos permiso para vivir la Luna sin cumplidos, admitir que queremos ser cuidados y mimados, que nos sentimos débiles y necesitamos dedicación.

Curar y dar expresión a nuestro mundo emocional nos permitirá no necesitar recurrir al sufrimiento físico. Darle atención de forma consciente a nuestro yo infantil impedirá llegar al extremo de que sea el cuerpo el que nos frene para recordarnos nuestras necesidades.

 

LA LUNA Y LA EDUCACIÓN

En el horóscopo infantil la Luna, como indicador del niño, es el planeta más importante y un instrumento muy útil para detectar las dificultades en la educación. Cuando el comportamiento del niño resulta problemático, se trata de la Luna que pide ayuda a gritos y que con ese comportamiento intenta poner de manifiesto sus necesidades y obtener, si no amor, por lo menos atención.

Normalmente, el niño es el portador de los síntomas de la familia, el que refleja la situación en el hogar, convirtiéndose en el chivo expiatorio que debe soportar las tensiones y problemas de los padres. Para abordar el problema desde su origen, los padres deberían colaborar aportando y tratando de aclarar sus propias problemáticas emocionales.

 

LA LUNA Y LA PROFESIÓN

Podría pensarse que la Luna sólo tiene un papel secundario en la vida profesional. Pero en este ámbito tampoco podemos suprimir una parte de la personalidad, aunque muchas personas traten de funcionar en base a roles, separando el mundo profesional del privado.

En la calificación profesional, la fuerza de los planetas principales tiene un papel primordial. Una Luna fuerte es un claro indicador en lo referente a la profesión y un factor muy importante en trabajos que requieran capacidad de adaptación y sensibilidad en el trato con las personas. En relación al progreso profesional, no sólo cuentan el saber y el poder, sino también la capacidad de contacto y simpatía, que en una charla de presentación puede ser decisiva para la selección.

En un mundo en el que el crecimiento conjunto y la participación de los colaboradores en los procesos de decisión son cada día más importantes, lo esencial ya no es la fuerza de imposición personal, sino la capacidad de trabajar en grupo. Muchos de los problemas en el trabajo dependen no tanto de la profesión en sí como de las dificultades en el puesto de trabajo. Tenemos la tendencia de proyectar nuestros problemas personales en nuestros compañeros y jefes. La idea de que hay que reprimir los sentimientos en el medio laboral puede llegar a acarrearnos desequilibrios físicos.

Un equipo en buena relación puede hacer más soportable un trabajo duro y aporta equilibrio personal, mientras que el ser considerado exclusivamente como fuerza de trabajo y no como ser humano, disminuye el propio aprecio.

 

LA LUNA EN LA CONSULTA

Aunque los motivos para acudir a una consulta astrológica pueden ser aparentemente muy diferentes, el verdadero motivo es siempre la búsqueda de la propia identidad y del propio sentido de la vida. Algo se ha puesto en marcha y necesitamos ayuda.

Las crisis son extremadamente valiosas porque nos hacen estar más dispuestos al cambio. Nos hacen más permeable la coraza de las emociones y con ello nos disponen a ser más abiertos con los demás. Pero siempre supone un gran esfuerzo admitir que no podemos progresar solos. En una situación de este tipo es comprensible que nos dirijamos a una persona que nos resulte simpática y de la que podamos esperar comprensión.

Como consultores debemos tener presente los miedos que el consultante puede experimentar de cara a la consulta, una situación desconocida para él: a ser desnudado, criticado y no aceptado, a estar en manos de otro y a la posible manifestación de un destino terrible. Debemos tener presentes todos estos sentimientos y ayudarle a que el miedo desaparezca para que se sienta distendido y confortable.

El juego de la Luna entre cliente y consultor empieza a menudo en la conversación telefónica del primer contacto. En ese momento, el estado de ánimo del cliente ya puede dar información sobre su situación momentánea. Al conocerse personalmente, se produce la llamada "primera impresión" de la que se dice que, en la mayoría de los casos, es la correcta. Esta impresión surge de forma espontánea e instintiva: encuentro al otro simpático o no. Como consultores no estamos libres de esos mecanismos, lo reconozcamos o no. Es importante darse cuenta de ello y, en caso de antipatía, cuestionarse qué es lo que la provoca, qué nos está diciendo de nosotros mismos y cómo queremos tratarlo. . Una consulta es siempre un encuentro y un verdadero encuentro siempre obliga a la confrontación con uno mismo, puesto que nunca nos experimentamos de manera tan intensa y directa como a través del tú. Así pues, no se trata de una situación unilateral en la que el astrólogo da información y con ello ayuda al cliente en su proceso de autoconocimiento, sino de un proceso en el que mutuamente se da y se recibe. Cuando el cliente nos muestra su confianza y nos permite participar en su vida, en realidad nos está haciendo un regalo.

Si bien el encuentro se da entre personas adultas, no debemos perder de vista al niño con sus sentimientos. La Luna reacciona constantemente tanto a los mensajes verbales como a los no verbales. Como consultores podemos desencadenar intensas emociones en el cliente, que puede darlas a conocer mediante señales de su lenguaje corporal, su tono de voz, etc. Es muy importante percibir y aceptar esas reacciones y no dejarse engañar por la apariencia externa de una sonrisa calculada o palabras amables. Ayudar al otro a avanzar en su crecimiento también significa ayudarle a tomar conciencia de lo que está sucediendo. En muchos casos esto significa encararse a su frustración, rabia, desilusión o tristeza. Se le puede animar a no tener que representar un determinado papel, permitirse ser débil, dejar de reprimir la realidad de lo que está sucediendo. Para poder cambiar algo se hace necesario reconocer la situación en la que se está en toda su envergadura y eso, por lo general, resulta muy doloroso. Pero nuestra total atención es un signo de amor en el que puede residir el inicio de la curación.

Debemos observar también nuestras propias reacciones emocionales, pues nos indican dónde nos encontramos y si está habiendo contacto. El cliente reacciona a nosotros como personas y su reacción puede ser de absoluta crítica y rechazo. El sentirnos incómodos puede ser una señal de aviso sobre los propios espacios que nos toca solucionar. El conocimiento la comprensión y aceptación que tengamos con nosotros mismos hará posible aceptar a los demás con sus debilidades y sus errores, tal como son, sin querer cambiarles o proponerles "soluciones rápidas".

Cada cliente somete nuestra capacidad de amar, nuestra capacidad de carga y de aceptación incondicional a una nueva prueba. La experiencia enseña que debemos trabajar para mantener nuestra propia Luna limpia y clara. Merece la pena porque todos sabemos lo enormemente beneficiosa, liberadora y curativa que es la experiencia de ser verdaderamente aceptados por otro ser humano.

 

Este artículo se editó del texto original del Boletín trimestral de la Escuela Huber de Astrología. El texto, trascrito por Mavi Alburquerque, se ha elaborado a partir de una conferencia de Renata Klaesi, y forma parte del curso de Sinastría que la escuela imparte por Internet.

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