4.- TERCERA CLAVE: ACCION PERFECTA
Y ASTROLOGÍA
En distintas corrientes iniciáticas se nos
enseña respecto de la Ciencia de las Acciones
Perfectas (en sánscrito Nayskarmya), las que
no ligan al ejecutor a sus efectos kármicos y
cuyo dominio constituye un logro supremo. Estas son
las palabras de Sri Krishna al respecto en el Srimad
Bhagavad Gita.
Reencontramos esta doctrina con particular belleza
y claridad en las enseñanzas esotéricas
de los constructores del pasado donde se explicita El
que hace se hace. Naturalmente no se trata de
hacer a toda costa y de cualquier manera sino con ciertos
y determinados espíritu y actitud, que son precisamente
los que aquí nos ocupan.
Esta Tercera Clave supone investigar el funcionamiento
de la cooperación armoniosa de Marte y Saturno
y lograrlo en uno mismo. La acción (Marte ¥)
realizada con inegoísmo desinteresado y renuncia
a los frutos de la acción (Saturno §) conduce
a la autorestricción y autocrítica del
que sabe juzgarse a si mismo (Saturno § ) y a partir
de la cual se genera la acción perfecta ( ¥),
la que se ejecuta como ofrenda a Dios. Esta transposición
que permite pasar del heptagrama cósmico al evolutivo
encierra en sí el secreto del SAMNYASA y el TYAGA,
los que conducen a la acción perfecta (NAYSHKARMYA),
la que es un logro supremo (Ver las palabras de SRI
KRISHNA en el SRIMAD BHAGAVAD GITA).
El SAMNYASA es la acción inegoísta y
desinteresada. , realizada sin pensar en sus frutos
y renunciando a estos. El TYAGA es la entrega como ofrenda
a la Divinidad de los frutos de la acción.
Vale la pena aclarar algo más todo esto. La
perfección en obras supone y exige la acción
espontánea la que surge por sí y no piensa
en los frutos y en las recompensas del actuar. Para
dar un primer ejemplo trivial diremos que nadie practica
un deporte mejor que cuando lo hace por divertirse y
no para ganar. Además, en la acción perfecta,
el yo inferior separativo y egoísta está
ausente, no interfiere, no juzga, no separa ni divide
ni compite. Esto nos permite plena atención,
plena participación, plena unidad. Es, por excelencia,
el estado creativo de la mente concreta. A veces se
logra plenamente este estado al contemplar arrobados
una película. También sucede al escuchar
un concierto u ópera que reclaman de tal modo
nuestro interés que toda consideración
personal está ausente y no se piensa en absoluto
el obtener algo por lo que estamos haciendo. Es el acto
pleno con atención plena sin separatividad egoísta.
Se borran así los límites del yo y del
no-yo. Pero la perfección en el obrar solo se
alcanza cuando renunciamos a los beneficios y frutos
logrados y hacemos de todo ello una ofrenda a Dios.
Naturalmente este caso ejemplificado es solo un primer
paso hacia la Vivencia de la Unidad, experiencia iniciática
por la que todos habrán de pasar, más
temprano o más tarde. El camino hacia ella pasa
indefectiblemente por la devoción, por la Iniciación
y por la realización de disciplinas espirituales,
especialmente la meditación.
De hecho aquí nos encontramos con una verdadera
clave iniciática obtenida por quien habla a partir
de analogías tortuosas e ideas oscuras de diversas
fuentes.
5.- LA EVOLUCIÓN DEL
NATIVO A TRAVÉS DEL RÁDIX
Uno de los errores más generalizados en Astrología
es afirmar que frente a un tema natal podemos proceder
sin más a la interpretación con solo informarnos
previamente acerca del sexo del nativo, su nivel cultural
general y socioeconómico y su estado civil. Tal
suposición errónea proviene exclusivamente
de postular, más equivocadamente aún,
de que existen relaciones rígidas de validez
universal entre las configuraciones astrales y el destino
humano. Afortunadamente, por cierto, esto no es así.
Digo afortunadamente pues el hecho de que similares
configuraciones indiquen cosas diferentes para distintos
nativos nos revela que el ser humano dispone de un margen
de libre albedrío ya que el destino no es algo
puramente mecánico. La experiencia muestra además,
que este margen de libertad es creciente cuando el nativo
desarrolla su voluntad y se eleva interiormente por
medio de actitudes positivas y una progresiva espiritualización
de su existencia. Es en esto donde la Astrología
Esotérica entra en juego para darnos una respuesta
más completa y profunda de estos problemas.
Desde luego que existe un destino, pues de lo contrario,
toda consideración astrológica se tornaría
simplemente absurda, pero el nivel de ese destino depende
muy estrechamente de los factores evolución y
voluntad que ya he mencionado.
Toda configuración astrológica en un
tema natal representa per se un campo de analogías,
y esto mismo, stricto sensu, es válido para cada
dirección. Pero esos campos de analogías
son, como la experiencia me lo ha confirmado ampliamente,
campos estratificados donde las posibilidades se dan
a muy diferentes niveles de acuerdo, precisamente, a
la evolución y a la voluntad de cada individuo.
Lo posible para ese ser, depende no solamente de su
destino, sino, además de esos factores que, en
definitiva, actuaran decisivamente graduando ese destino
y colocándolo en el nivel que le corresponde.
Vemos que aquí reencontramos la vieja terna Providencia-Voluntad-Destino.
Es lógico que sea así. Fabre D'Olivet,
quien estudió extensamente esta cuestión
desde un punto de vista no astrológico, escribió
al respecto: "El Hombre no es ni animal ni inteligencia
pura, es un ser situado a mitad de camino entre la materia
y el espíritu y llamado a ser un nexo entre el
Cielo y la Tierra", agregando luego: "El Hombre
esta situado por arriba del Destino... y por abajo de
la Providencia... El reino humano es la voluntad eficiente
y mediatriz ubicada entre esas dos naturalezas para
servirles de nexo, de medio de comunicación y
reunir dos accionares, dos movimientos que serían
incompatibles sin él".
De hecho, ignorar los factores mencionados supone
para el astrólogo caer en el error o, lo que
es peor aún, en el ridículo. Mi propósito
en este punto es extenderme en el análisis de
estas fases básicas y esenciales de toda interpretación,
sintetizando así la experiencia recogida por
mí en más de cuarenta años de práctica
astrológica.
Comencemos pues con el primer factor de los considerados,
que es LA VOLUNTAD.
En los Evangelios leemos "Gloria a Dios en las
alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad."
Estoy persuadido que tales palabras constituyen el enunciado
de un precepto oculto, de una verdadera Ley de la Vida,
cuando se las interpreta correctamente. Aquí
"buena voluntad" no significa una actitud
bonachona y complaciente, sino una tenacidad de hierro
que resulte verdaderamente inquebrantable, una voluntad
heroica que se traduce en obras. Todos podemos llegar
a tener una tal voluntad si nos esforzamos para ello
pero, es indudable, que determinados factores horoscópicos
favorecen grandemente tal propósito.
En primer lugar, todos hemos podido apreciar como
los nativos en cuyos temas predominan netamente los
astros en signos de tierra y fuego, el factor voluntad
y tenacidad se desarrolla espontáneamente. Si
tales temas natales no son demasiado inarmónicos
el nativo poseerá bien pronto en la vida una
férrea voluntad y, además, una especie
de coraza que les permite resistir golpes del destino
que destruirían a otros. Incluso es dable observar
que direcciones temibles que acarrearían graves
males al común de los mortales, se convierten
para ellos en fuente indirecta de bienes. Su perseverancia
es tal que, unida a esa coraza de que están dotados,
les permite siempre saber esperar trabajando duro para
finalmente cosechar donde para otros solo quedarían
ruinas y lamentos. Si la componente de deseo y ambición
esta presente no debe extrañarnos que estos seres
se eleven materialmente en la existencia, máxime
si disponen en su tema de un Marte fuerte que les dé
capacidad de realización.
Como detectar esta componente de deseo y ambición?
La respuesta es conocida: por un lado las casas angulares
y por otro los signos cardinales deben ser importantes,
pero esto no es todo. Hace falta perseverancia y tenacidad
(lo que correspondería aproximadamente a la "durée"
de Henri Bergson) y esto se halla muy ligado a los signos
fijos, especialmente Escorpio y luego Tauro.
Resulta de la mayor importancia considerar adecuadamente
la componente de deseo sobre la que resulta imprescindible
extenderse como preámbulo para tratar el problema
de la evolución del nativo. Esta componente de
deseo comprende la totalidad de los niveles en que puede
desarrollarse la existencia humana, pues abarca desde
lo más burdo y carnal hasta el más sublime
impulso de acercamiento a Dios y de servicio al mundo.
Los santones que predican la muerte del deseo son,
o bien hipócritas o bien tontos, pues el deseo
es una componente esencial e ineludible de la vida.
Ya hemos dicho que el deseo es la esencia misma de lo
que se designa como Karma. Lo que cuenta es la naturaleza
de este deseo en cuanto a nivel pero también
su intensidad.
Esto último por cuanto, como señalaba
acertadamente Charles Carter, la naturaleza dotada de
fuertes deseos llega a ser en las personas con cierto
grado de evolución, voluntad consciente. En definitiva,
y como se dijo, lo que debemos tener ante todo en consideración
es la naturaleza y elevación de los deseos que
predominen, y esta premisa obvia, nos conducir luego
a una definición precisa del concepto "evolución
del nativo".
Astrológicamente el deseo se halla ligado básicamente
a Venus, Marte y también a Urano como señalaron
adecuadamente Wemyss y el mismo Carter. Especialmente
importante en este sentido, es la conexión de
estos astros (en los casos notables por la intensidad
de los deseos) con los grados 8 y 9 de Escorpio y Tauro,
como también los grados 28 de los signos fijos
y los grados 11 de los signos cardinales.
El problema es que no solo de pan vive el hombre.
Un nativo como el descrito antes, con un fuerte Marte
y un predominio absoluto de los signos de Fuego y de
Tierra tendrá sin duda una gran voluntad, pero
también una completa insensibilidad frente a
las cosas buenas y bellas de la vida (debido a que carecen
del elemento Agua en su tema natal).
La carencia del elemento Aire le marcará con
una rigidez intelectual excesiva. Estas características
no corresponden a un ejemplar ideal de la especie "homo
sapiens", por más que la voluntad y la perseverancia
sean muy destacables.
Alan Leo fue el primero en señalar explícitamente
que ante ciertos nativos las reglas rígidas de
interpretación fracasan, y el mismo captó
con claridad la razón de estos fracasos. En el
prólogo de su obra "El Horóscopo
Progresado" lo expresa lúcidamente, relacionando
el problema con la existencia de dos tipos de astrólogos,
los exotéricos y los esotéricos. Los exotéricos
son decididamente fatalistas y para ellos el destino
humano es algo mecánico e inmutable. Basta esto
para asegurarles en definitiva el fracaso en Astrología,
pues olvidan de considerar dos hechos básicos
en conexión precisamente con el destino. En primer
lugar la vida tiene un sentido que ellos olvidan y ese
sentido es el mejoramiento y la elevación interior
del ser humano en pos de la Gran Meta que constituye
el sentido último de la vida. Hay un destino
basado en un Principio de Justicia que establece que
el ser humano cosecha lo que ha sembrado y pasa por
las experiencias que necesita a lo largo no de una sola
existencia, sino de muchas. La enseñanza esotérica
tradicional afirma sin embargo bien claramente como
se dijo al comienzo que el sufrimiento de cualquier
género llega al hombre no como castigo, sino
como medio poderoso de purificación.Es menester
entender que no tiene sentido el castigo en si mismo
sino como medio poderoso de purificación y elevación.
Y, de paso, renunciar para siempre a tosa las ideas
absurdas, siniestras y antitradicionales relativas al
infierno y a la condenación eterna...Estas concepciones
están encaminadas exclusivamente a mejor dominar
y manejar a los tontos.
El principio de Justicia al que nos hemos referido,
establece que esos sufrimientos pueden ser obviados
haciendo al hombre capaz de controlar su destino mediante
sus acciones rectas y, por sobre todo, mediante su actitud
interior.
A la luz de estas verdades todo fatalismo se torna
despropósito pues admitir un destino inmutable
es como admitir una casualidad: ambas actitudes niegan
al Amor y a la Justicia como Principios Rectores del
Cosmos.
El otro factor que olvidan los fatalistas es que la
Providencia no se halla en el horóscopo, sino
por encima de él. Ya lo dijo magníficamente
hace siglos el gran astrólogo y astrónomo
danés Tycho Brahe: "Las estrellas guían
el destino de los hombres, pero Dios guía a las
estrellas". Y aquí entramos de lleno en
el aspecto evolución, no sin comparar antes al
destino humano con un largo tubo en espiral que debemos
recorrer a lo largo de los eones. En sus comienzos ese
tubo es estrecho y rígido para el ser primitivo
y burdo, que comienza el recorrido y que está
por completo sometido a sus emociones y pasiones inferiores.
Pero ese tubo se ensanchar progresivamente y se volverá
flexible para el nativo que espiritualice su existencia,
subordinando más y más su naturaleza inferior
a los principios superiores de bien común y elevando
su actitud interior.
A esto se refiere precisamente la Tradición
Esotérica, cuando nos enseña que los efectos
kármicos que podríamos denominar mecánicos
son la primera de dos categorías. Estos son los
que se reflejan en el tema natal. Pero cuando el ser
humano espiritualiza su existencia por medio de sus
esfuerzos evolutivos, loe efectos kármicos a
experimentar pasan a ser dirigidos por un Poder más
alto y el tema natal comienza a funcionar en una forma
totalmente diferente a la que normalmente se considera.
Sobre este tema nos hemos extendido largamente en escritos
inéditos que pronto esperamos dar a conocer.
A esta altura podemos entrar ya de lleno en una definición
de evolución en función de la naturaleza
de los deseos del nativo. Bien entendido, aquí
no se trata de una opinión o filosofía
personal respecto de la existencia, sino de hechos experimentales.
Sin embargo, existe un riesgo al describir las configuraciones
que señalan en el rádix la alta o baja
evolución, y es que alguien se sienta herido
y pierda por ello la necesaria objetividad y serenidad,
pero eso sería por otro lado la prueba indudable
de que lo que afirmo no está desencaminado. A
la investigación profunda de este asunto, dedicó
sus últimos días el Profesor Carlos Reichelt.
Continuando su obra, hemos de presentar aquí
algunos de sus resultados y de los nuestros propios
con algún grado de detalle. Como hemos anunciado,
vamos a definir la evolución de un ser humano
en función de la naturaleza del deseo, tomando,
además en cuenta la capacidad de autocrítica
y de autorestricción, como también su
abnegación, altruismo y capacidad de sacrificio
en aras del bien de los demás.
Diremos simplemente que evolución de un nativo
es la medida de la sujeción de los impulsos de
su naturaleza inferior a los móviles y finalidades
de su naturaleza superior . Los deseos predominantes
nos indican en un nativo, cual de las dos naturalezas
predomina , si la superior o la inferior.
Dos son los índices principales de predominio
de la naturaleza inferior, a saber: las emociones inferiores
(muy ligados al signo de Cáncer) y la voluntad
de poder egocéntrico (ligado al signo de Leo).
Es una regla que casi no tiene excepciones, que los
temas natales que presentan tres o más astros
en al arco Cáncer-Leo corresponden a nativos
de escasa evolución, con fuerte componente emotiva
y/o de dominación, es decir, almas jóvenes
que aún deben recorrer un largo trecho para llegar
a las cumbres de la perfección humana.
Otro índice grave en cuanto a la inmadurez
del alma, son las conjunciones de maléficos,
las que siempre constituyen una inarmonía celeste
que refleja las inarmonías terrestres de los
individuos que bajo ellas nacen.
Muy cierto es, que no se es como se es porque se nació
bajo determinado cielo, sino que se nació bajo
ese cielo o momento cósmico porque uno es así.
Particularmente peligrosas y reveladoras son algunas
de estas conjunciones a las que me referiré acto
seguido. Por supuesto la valoración completa
de estas y de cualquier otra configuración
en un tema natal dado, exige el empleo de la Teoría
de las Determinaciones de Morin de Villefranche. Aquí
solo daremos indicaciones generales sobre la naturaleza
de tales influencias.
En primer lugar tenemos la conjunción de Marte
y Neptuno. Normalmente esta revela una fuerte componente
de naturaleza paranoica, que no solo es peligrosa para
el nativo, sino también para quienes lo rodean.
El sujeto se aleja más y más de la realidad,
se cree dotado de un talento genial del que por lo general
carece, y de una capacidad de realización que
va mucho más allá de sus posibilidades
reales. Como su seguridad es impactante, alcanza a convencer
a algunos o muchos de los que lo rodean y termina por
desmoronarse junto con sus incautos seguidores. Recuerden
los casos típicos de Napoleón y de Guillermo
II.
Otra conjunción indicación de escasa
evolución es la de Marte-Urano. El grado de egoísmo
y de violencia es tan superlativo, que toda forma sincera
y real de espiritualidad o altruísmo fraterno
les está vedada a estos nativos, dominados por
su egocentrismo.
Especialmente peligrosa (aún cuando la Luna
sea benéfica) es la conjunción Luna -Neptuno.
Una persona con esta configuración, siempre revela
deshonestidad en sus procederes. Estos nativos resultan
así, por excelencia, gente indigna de confianza.
Así podríamos ir revistando otras configuraciones
que no abarcan solamente conjunciones desfavorables,
sino también, y muy especialmente, las aflicciones
de la Luna y de Venus por los maléficos, especialmente
Marte y Saturno. Recuérdese que la Luna y Venus
se hallan ambas muy ligadas a las emociones y a los
sentimientos. Como consecuencia sus aflicciones por
maléficos delatan fallas serias en este orden
de cosas, y suelen ser índice de crueldad, violencia
o al menos de pasiones incontroladas.
Pasemos ahora a enunciar un principio que generalmente
se silencia, pues su sola mención suele provocar
violentas reacciones. Les recuerdo al respecto mi pedido
anterior de serenidad y juicio ecuánime.
Como afirman los Upanishads, textos sagrados de la
India, existen dos fases en todo ciclo cósmico.
Una primera fase es el Pravritti, que corresponde a
la manifestación y expansión, y una segunda
fase es el Nivritti, correspondiente a la retracción
y reintegración. La primera fase de expansión
consiste, básicamente, en "alejarse del
Cielo para conquistar la Tierra" y corresponde
en el Zodíaco a los seis primeros signos. La
segunda fase o Nivritti corresponde al llamado "Sendero
de Retorno", es decir una etapa superior reintegratoria
de más alto nivel evolutivo.
Pues bien, es dable observar fácilmente que
en los nativos con amplio predominio de astros en los
primeros seis signos del Zodíaco, el vuelo espiritual
es mucho más restringido que en aquellos donde
predominan los astros en la segunda mitad del Zodiaco.
Bien entendido, esta regla tiene también sus
excepciones que detectaremos por medio de un análisis
cuidadoso del tema natal.
De todas formas hay un principio de validez en lo
que acabo de exponer, dado que en el primer caso (o
sea cuando los seis primeros signos se hallan más
ocupados en un tema) el nativo se halla mucho más
aferrado a la materia (sin que esto implique negar sus
eventuales cualidades morales o su inteligencia). Tómese
por ejemplo el caso de Sigmund Freud, quien sin duda
era un individuo de genio, pero sumamente limitado espiritualmente.
En este caso, con excepción de Marte y Neptuno,
todos los astros se hallaban en el arco Aries - Tauro
- Géminis.
Corresponde ahora analizar las señales de alta
evolución en un tema natal. Pero antes de ello
debo hacer una advertencia, pues es frecuente hallar
horóscopos en que se encuentren elementos contradictorios
en lo que hace a juzgar la evolución del nativo.
Aquí deberemos juzgar el grado de madurez del
alma de acuerdo a la cantidad e importancia de las indicaciones
en uno u otro sentido. Será bueno comenzar revistando
las pautas de evolución desde un punto de vista
al que me animaré a calificar de "psicoanalítico".
Sin embargo, no solo no deseo exagerar la importancia
de este punto de vista al que considero muy relativo
en su valor (y carente totalmente de una componente
trascendente) sino que, además, deseo poner en
guardia al publico astrológico contra ciertos
excesos que tienen lugar en relación a estas
nociones. Tal vez lo más sensato aquí¡,
es encarecer la lectura de las obras de René
Guénon, especialmente su artículo "Tradición
e Inconsciente" (reproducido en el tomo "Símbolos
Fundamentales de la Ciencia Sagrada") como también
el capítulo XXIV titulado "Los desmanes
del psicoanálisis" de su magistral obra
"El reino de la cantidad y los signos de los tiempos".
La lectura de esas páginas podrá, tal
vez, disipar las brumas en que se mueven algunos colegas
totalmente ignorantes de las raíces espirituales
y metafísicas de nuestra Ciencia Astrológica.
Al mismo tiempo será oportuno y provechoso advertir
a quienes juegan con fuego que les convendría
dejar de hacerlo...
Desde el punto de vista de la evolución del
nativo, no cabe duda que el aspecto de las teorías
freudianas que revista mayor importancia es el Superyó
en cuanto a su relación con la conciencia y funciones
normativas del individuo. Este Superyó es, precisamente,
el componente del aparato psíquico hipotético
de Freud, donde hallaremos este "órgano
ejecutivo" de la conciencia (sin ser por ello idéntico
a esta última como ha señalado Igor Caruso).
En el Superyó hallamos las pautas de conducta
social a las que se ajusta el individuo y desde el punto
de vista de la evolución, la situación
ideal se produce cuando el Superyó reconoce el
carácter trascendental de los objetivos finales
de la existencia humana y relativiza al Yo como factor
instintivo. Existe una estrecha correspondencia entre
el Superyó y la Casa X del tema natal. Él
"ello" o Id freudiano (es decir, el bagaje
instintivo e innato como impulso vital) deber ser juzgado
a partir de la Luna (clásica significadora de
los instintos y sentimientos) y por la Casa I del tema
a la que podría sintetizarse muy bien en sus
significados como la de la "expresión vital"
(tanto en lo externo como en lo interno).
Resulta de la más grande importancia desde
el punto de vista de la evolución un análisis
cuidadoso de la Casa X, pues allí hallaremos
indicaciones muy valiosas sobre la escala de valores
del nativo en cuanto a su actitud ética y social
y en lo relativo a la incorporación de valores
trascendentes en esa escala.
En este esquema del aparato psíquico el Yo
está adecuadamente representado por el Sol en
cuanto a sintetizador y regulador de la conducta y actividad.
Sin embargo, repetimos, las teorías freudianas
son solamente teorías y marcadas además
-como afirma con razón Guénon- con un
sello innoble y repugnante que permite intuir la oscura
naturaleza de lo que se mueve tras la turba de movimientos
psicoanalíticos.
Hay otros varios factores en un tema natal que pueden
servir como indicios claros del grado de evolución
del nativo. Uno de ellos es bien conocido. Me refiero
a los buenos aspectos de Júpiter y de Saturno,
los que siempre reflejan mesura, equilibrio, autocrítica
y autorestricción.
Los aspectos disonantes de estos astros (incluyendo
a la conjunción), señalan lo contrario
en cuanto a excesos que suponen o acarrean problemas
en la vida.
De marcada importancia como configuración indicadora
de alta evolución de un nativo, es el hecho de
que los planetas transaturninos (Urano, Neptuno y Plutón)
se hallen por encima del horizonte en un tema natal.
Como auténtico Maestro de la Astrología,
el Prof. Reichelt no era ni podía ser un fatalista.
Muy por el contrario, imbuído en la más
elevada filosofía espiritualista, su recomendación
constante hasta el último momento fue que se
estudiara la Astrología con una perspectiva esotérica
y metafísica, pues solo así se lograrán
descorrer los velos que nos impiden contemplar el sentido
último de nuestra venerable y querida Ciencia
Astrológica.
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